Tras ver que nuestro jardín estaba repleto de árboles frutales, esta semana hemos querido conocer bien de cerca nuestro olivo, o aceitunero para muchos otros…
Hemos recolectado las olivas que estaban esparcidas por la tierra que tras estar ya maduras, se desprenden del árbol con gran facilidad. Para nuestra sorpresa, muchos de nosotros creíamos que la mayoría de las olivas eran de color verde (incluso muchos pensábamos que estaban rellenas de anchoas), pero éstas en concreto era de color negro, como bien han asociado algunos, como las que nos comemos en la «pizza». Pues bien, hemos querido averiguar mucho más sobre estos frutos, así que nos hemos puesto… ¡Manos a la obra!


Hemos visto que eran muy pequeñitas y que si apretábamos un poco nos manchábamos con mucha facilidad de un color granate que era difícil de quitar. Así que hemos decidido ponernos nuestros baberos para poder seguir con nuestra investigación. Por sorpresa, hemos encontrado en su interior unos pequeños piñones y hemos querido separar el hueso del fruto, para así ver qué podíamos hacer con cada una de las partes.






¿Qué podíamos hacer con ello?
Pues bien, con los huesos, hemos querido ver si plantándolos y regándolos con cuidado y esmero, podría salir un olivo pequeñito con el paso del tiempo. Así que hemos cogido un par de macetas, tierra fértil y un poco de agua. ¡Ha sido muy divertido!





Por el contrario, con el fruto, al ver que nos manchábamos con mucha facilidad, hemos querido dibujar olivas y pintarlas con su propio jugo, con la ayuda de un mortero. Sus hojas eren de un verde grisáceo, muy finas y alargadas, y no se parecían absolutamente en nada a la hoja del granado. ¡Son tan diferentes!




Alumnos/as de 4 años